Dice una vieja leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en determinado punto del viaje discutieron. Uno acabó dando al otro una fuerte bofetada. El ofendido, sin decir nada, se agachó y escribió con sus dedos en la arena:
“Hoy mi mejor amigo me ha dado una fuerte bofetada”. Continuaron el trayecto y llegaron a un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y herido empezó a ahogarse. El otro se lanzó a salvarlo y evitó que perdiese la vida. Al recuperarse de posible ahogamiento, tomó un estilete y empezó a grabar unas palabras en una enorme piedra, al acabar se podía leer: “Hoy mi mejor amigo me ha salvado la vida”. Intrigado su amigo le preguntó:
- ¿Por qué cuando te hice daño escribiste en la arena y ahora escribes en una roca?
Sonriente, el otro respondió.
- Cuando un gran amigo nos ofende debemos escribir la ofensa en la arena, donde el viento del olvido y del perdón se encargarán de borrarla y de apagarla. En cambio, cuando un gran amigo nos ayuda o nos pasa algo grandioso, es preciso grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento de ninguna parte del mundo podrá borrarlo.
En una de mis cartas a los Hermanos les decía que viendo el corazón de Marcelino veo, entre otras, tres cosas importantes: ESFUERZO, PERSEVERANCIA Y ACCIÓN. Y esto es también lo que veo en todos vosotros. Esta es la herencia que hemos recibido, esto es lo que siempre nos ha caracterizado y esta es la herencia que debemos vivir y dejar para el futuro.
Es en el esfuerzo donde debemos encontrar la recompensa, no en los resultados. Por eso GRACIAS a todos. Gracias por vuestros esfuerzos, por vuestra perseverancia y por vuestras acciones. Pero, sobre todo, GRACIAS por tener un corazón Champagnat, GRACIAS por vivir con un corazón Champagnat, GRACIAS por amar el corazón de Champagnat.
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