29 septiembre, 2008

EL VALOR DE LA AMISTAD

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.

Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales.

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.

En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

--Buenos días. --Buenos días - Respondió el guardián. -- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito? -- Esto es el Cielo, contesto el guardia. ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos! -- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente. --Pero mi caballo y mi perro también tienen sed, y… --Lo siento mucho, Dijo el guardia interrumpiendo, pero aquí no se permite la entrada a los animales. El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo.

Dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

-- Buenos días, dijo el caminante. El hombre respondió con un saludo solo con la mano, sin mover la cabeza. -- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo. -Ah, si… hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar y añadiendo: --Pueden beber toda el agua que quieran, esta fresca y es natural. Entonces, el hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.

El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre. --Pueden ustedes volver siempre que quieran. Le respondió éste. -- A propósito ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre. - Se llama CIELO. --¿El Cielo? --¿Sí? ¡Pero… si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo! -- Aquello no era el Cielo. Era el Infierno, contestó el guardia. El caminante quedó perplejo, añadiendo: --¡Pero esto es inaudito, deberían prohibir que utilicen este nombre, pues es información falsa que de seguro debe provocar grandes confusiones! -- ¡De ninguna manera! increpó el hombre, en realidad, nos hacen un gran favor, porque allá se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus amigos. (Paulo Coelho)

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